sábado, 4 de junio de 2022

4) En las playas del Desembarco... 78 años después

En el exterior del Memorial de la Paix de Caen se encuentra esta escultura en bronce de la "pistola anudada"  de Carl Fredrik Reutersward, de la que existen réplicas en numerosos países .

No fue ni mucho menos planificado, pero sucedió. Elegimos Normandía para nuestro tour autocaravanero y fijamos las fechas en función de distintos criterios, y pasó que desembarcamos en las playas normandas coincidiendo con el aniversario de esta epopeya bélica tan nombrada. Teníamos interés en conocer los lugares donde se produjo la invasión aliada del continente, pero no esperábamos que 78 años después se viviera con semejante pasión ni que los franceses de la zona lo tuviera tan presente.


Por lo que habíamos leído, el museo Memorial de la paix de Caen era el punto clave para analizar lo sucedido, que más o menos por encima, incluso por los lados, conocíamos los viajeros (libros, películas, reportajes). Por eso, desde Honfleur pusimos rumbo a Caen para llegar a primera hora de la mañana al memorial y tener tiempo de sobra para recorrerlo y digerirlo. Y empleamos unas seis horas en saciar nuestra curiosidad. A todo esto, el museo está en las afueras y Caen ni la pisamos, una ciudad destruida en las semanas siguientes al 6 de junio de 1944.


El exterior impacta con su cuidado aspecto, un espejo que nos retrata y el mensaje antibelicista de la escultura de la entrada. Después, su interior nos pareció espectacular por lo didáctico, bien montado y el esfuerzo realizado para difundir lo ocurrido en Europa antes y durante la Segunda Guerra Mundial, centrado de manera especial en el Desembarco de Normandía y el final de la contienda. Un  detalle no menor es que se eligió esta sede porque aquí estaba el gobierno militar alemán en Caen durante la ocupación nazi. Menudo ajuste de cuentas. 


Es tontería intentar reflejar el contenido del museo, una sucesión de salas con mapas, fotografías, vitrinas con objetos militares (armas, uniformes, material usado por los soldados), gráficos  y también proyecciones de vídeo.


Lo ocurrido en el frente del Este y Rusia, en la campaña del Norte de África y en el Extremo Oriente también se refleja en este valioso memorial, así como lo relacionado con el Holocausto de la población judía.

Sala de proyección de imágenes en 360 grados

La existencia de audioguías en castellano facilita una mejor comprensión de los ocurrido en esos infaustos años.

Visita al búnker subterráneo

También se ha reconstruido el bunker subterráneo donde se instaló cuartel general de la división de Caen tras el desembarco, bajo una cantera de piedra justo anexa al museo y a salvo de bombardeos. 


El espíritu de reconciliación planea sobre la muestra y no se ve ni se escucha la palabra Alemania. En el exterior, banderas de todos los países implicados dan la bienvenida al visitante, y entre ellas la germana. Todo un mensaje.


Saciado nuestro interés en la larga visita al Memorial nos fuimos directamente al camping de Saint Aubin sur Mer a fin de conseguir plaza. Era un poco tarde y nos dijeron que era la última. La instalación nos encantó, un cinco estrellas para los caravaneros, plazas amplias y arboladas, setos cuidados, baños limpios y en muy buen estado.  


Una vez instalados, nos fuimos a recorrer la cercana playa de Saint Aubin. Esa tarde descubrimos lo presente que sigue el Desembarco en las villas litorales donde tuvo lugar. El nombre en clave por el que se conoció la operación fue Overlord y su comandante en jefe fue Eisenhower. En este enlace se puede constatar, en cifras, la enorme trascendencia de la llamada Batalla de Normandía.


Búnkeres mantenidos en buen estado, algunos incluso con los cañones. 

Y abundantes placas recordando los hechos que allí se produjeron.


Tras la toma de contacto en San Aubin, a la mañana siguiente nos desplazamos en taxi a la primera de las playas, en Ouistreham, el arenal bautizado como Sword en los preparativos del desembarco y que fue uno de los dos que correspondió a los británicos. Otros dos para los norteamericanos y el quinto a las tropas canadienses. Estábamos en el punto más oriental.


Ajeno a los avatares bélicos, aquí se encuentra el faro de Ouistreham, en la desembocadura del río Orne, que data de principios del siglo XX y sigue en activo.


Iniciamos en este punto un paseo por el arenal en el que nos hartaríamos de ver banderas británicas  y recuerdos de la gesta de sus tropas, y de manera especial a los caídos.




El gaitero Bill Millin protagoniza una llamativa escultura. Contaba 21 años y atendió las órdenes de su superior: nada más desembarcar se puso a tocar para desconcierto de los nazis, mientras muchos de sus compañeros caían bajo el fuego alemán. Él tuvo suerte ya que vivió hasta el año 2010.

Imagen del día del desembarco en la playa de Ouistreham; la casa sigue existiendo

Seguimos nuestro paseo leyendo paneles informativos, viendo búnkeres, información sobre el Muro del Atlántico construido por los alemanes, que no fue quien de contener a los aliados. Y curiosidades como la que sigue: una vivienda inmortalizada el Día D...


... que sigue existiendo y perfectamente reconocible.


Fue un día, y los siguientes, de recordar aquellos terribles momentos en lo que ahora son lugares vacacionales y tranquilos al borde del mar. Cuesta imaginar lo que sucedió, como imaginamos les ocurrirá a los ucranianos que hace tan solo unos meses vivían su vida  normalmente (más o menos, ya había guerra en el Donbás). Recorrimos unos diez kilómetros de arenal hasta la de Saint Aubin, paseada ya el día anterior. En el trayecto, recuerdos con banderas y placas a soldados de USA, Noruega, británicos y franceses. También polacos y canadienses.


Seguíamos teniendo muy presente el Memorial de Caen, que nos había recordado de alguna manera al museo de Hiroshima, sobre las bombas atómicas norteamericanas lanzadas sobre esta ciudad y Nagasaki que pusieron punto final a la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. Lo visitamos en el 2010 y lo menos que se puede decir es que impacta; igual nos pasó en el de Caen.


En medio de la jornada almorzamos en un pueblo de la ruta, un poco tarde para los cánones franceses. Estábamos en Luc sur Mer y solo nos ofrecieron moules y pizzas. Una suerte la escasez de oferta: ambas cosas estaban excelentes. Todavía nos quedaban cinco kilómetros para llegar al camping, que cubrimos sin contratiempos.


Vistas dos de las playas del desembarco, Sword y Juno, al día siguiente pusimos rumbo a Arromanches para reconocer el terreno del arenal Gold, donde se instalaron pantalanes para disponer de un puerto artificial. Así podían los aliados descargar material pesado en las cantidades que precisaban.


Junto a la playa mostraban un ejemplar de estos enormes pantalanes flotantes. Había mucha gente y fue difícil aparcar en este pueblo, donde empezamos a ver gente vestida con uniformes de la Segunda Guerra Mundial y moviéndose en jeeps y motos de época, seguramente fans de las celebraciones. En los días siguientes, la cifra de figurantes fue cada vez mayor.


Arromanches está encajada entre acantilados y con marea alta, como nos coincidió, no existe playa alguna, un problema para un desembarco masivo. Este pueblo cuenta con otro museo del Desembarco centrado en su zona, pero desistimos pues corríamos riesgo de empacharnos. Nos limitamos a fotografiar una enorme imagen de su fachada sobre el desembarco (con marea baja).

Aspecto de Arromanches tras el desembarco


En medio de recuerdos militares pusimos rumbo al cementerio americano en las cercanías de la playa de Omaha, la cuarta, que en este caso correspondió a los soldados de este país.



Pensábamos que era un cementerio y poco más, pero resultó una instalación mucho más compleja y en la práctica otro museo, asequible y cuidado, aunque mucho más sencillo que el de Caen. 


Nuevamente volvimos a sumergirnos en material bélico y toda la parafernalia del desembarco, esta vez centrado en el papel de los norteamericanos. Así que el estilo se convirtió en un poco más holywoodiense, sin escatimar en medios A la entrada nos sorprendieron los rigurosos controles de seguridad, con escáner, apertura de bolsos y muchos agentes. Caso único en todo el viaje, en un país donde al llegar a los hoteles nunca te piden que te identifiques.

Las playas estaban llenas de estos obstáculos con minas para entorpecer el desembarco. Los alemanes desplegaron un total de 200.000 artefactos.

En el exterior, impresionantes y cuidadas praderas acogen las tumbas de 9.000 soldados norteamericanos, con cruces idénticas y perfectamente alineadas.


Impresiona, sobre todo al leer los nombres y la fecha de nacimiento, de la corta vida de todos ellos.

En primer término, la tumba de un soldado judío.


Coincidimos con un acto protagonizado por veteranos franceses en los que se recordó lo ocurrido en 1944 en medio de un completo silencio. 


Son unas 70 hectáreas de terreno que exhiben una cuidada jardinería, casi perfecta en setos, parterres y césped. El mantenimiento debe ser costoso, pero donde hay, hay.

En la playa de Omaha, al fondo, desembarcaron 34.250 soldados USA el 6 de junio de 1944


Desde aquí pusimos rumbo a Carentan les Marais y allí nos topamos con un homenaje a los ejércitos del desembarco. Vimos gente alineada en las aceras y nos lo explicaron. Al poco comenzó el desfile, en el que participaron soldados de otros países, singularmente norteamericanos pero también ¡alemanes!. Después hubo discursos de representantes de todos ellos, en inglés y francés. La gente los seguía con atención. Finalmente, una banda interpretó los himnos de los distintos países y se inició un desfile por el centro del pueblo.

Soldados americanos desfilando, como todos los demás, sin armas

Los soldados norteamericanos pertenecían a una unidad paracaidista que participó en el desembarco. Chicos y chicas muy jóvenes que desfilaban sin excesivo aire marcial y desarmados, en lo que parecía un intento de evitar tintes militaristas. Ni un arma vimos en todo el acto. En este pueblo vimos su iglesia de Notre Dame, enorme y magnífica. Paseando después por el pueblo nos encontramos a los grupos de soldados callejeando. Nosotros hicimos una cena ligera en la terraza de La Maritza.


La etapa final fue la playa de Utah. Por la zona, el número de vehículos de la guerra, imaginamos que reproducciones en su mayoría, era enorme. Era 4 de junio y faltaban solo dos días para el aniversario.


En sus alrededores hay monolitos y recuerdos de todo tipo. En lo particular la noche había sido intensa, con una fuerte tronada y caída de granizo, que en la autocaravana sonaba de manera exagerada. Se fue la luz en el camping y nosotros, desde la comodidad de nuestro aposento, nos acordábamos de la gente que estaba durmiendo en tiendas de campaña.


Los nombres de las playas se corresponden con los nombres clave utilizados en el Desembarco


Antes de abandonar la zona directa del desembarco no quisimos dejar de la lado Sainte-Mere-Eglise, localidad famosa por el incidente del paracaidista colgado de su iglesia. Fue John M. Steele, uno de los 24.000 lanzados la noche anterior al 6 de junio para dificultar los movimientos nazis. Este tuvo la mala suerte de que su paracaídas se enganchara en el campanario de la iglesia. Y la buena suerte de que pese a ello pudo salvar la vida tras fingirse muerto.


El pueblo estaba lleno de gente, en la plaza de la iglesia había fiesta y un coro norteamericano cantando, puestos de comida, animación, un verdadero festejo.


En la iglesia estaba colgada una reproducción del paracaidista, un hecho que pasó a la historia tras recrearse en la famosa película El día más largo. Al parecer, todos los años lo recuerdan de esta manera al llegar el mes de junio. Y con esta imagen en la retina pusimos rumbo a Saint Malo y nos alejamos de las playas del desembarco, cuya historia ya nos era muy familiar tras estos días de recorrido por la zona. 

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