domingo, 5 de junio de 2022

5) Saint Malo y Dinard, un estuario de lujo



Después del atracón militar en Normandía llegamos a Saint Malo, una peculiar y conocida población bretona cuyo aspecto no deja indiferente. La ciudad vieja se levanta sobre una especie de ismo con agua por casi todos los lados y totalmente amurallada... obviamente por Vauban. Podría decirse que impacta.


Nuestro camping, municipal, se encontraba junto a la fortaleza de Aleth, un complejo militar convertido por los alemanes en un fortín, que resistió el asedio aliado algunos días más que la ciudad vieja de Saint Malo. Este dato lo ignorábamos cuando nos instalamos allí; con ese pasado ahora es un lugar tranquilo y placentero, al borde del mar.

Playa de Bas Sablon, que une Aleth con Saint Malo

Una vez instalados nos fuimos caminando desde Aleth hasta Saint Malo propiamente dicho, caminando por el paseo de la playa de Bas Sablon, la terminal de ferris y la esclusa que permite a los barcos acceder a la parte interior del puerto. Tras ello, un tour de un kilómetro y medio, más o menos, nos plantamos en una de las esquinas de sus murallas. En la citada playa coexiste su uso como arenal con un amplio puerto deportivo, milagro que consiguen con un dique semisumergido (según la marea) que separa ambas zonas.

Vista de una calle de Saint Malo desde lo alto de sus murallas.

De seguido subimos a las murallas, que permiten casi circunvalar casi completamente la ciudad vieja y desde las que se obtiene una visión general de sus calles.

Rene Duguay Trouin, corsario

En una ciudad de corsarios (no confundir con los piratas, vienen a ser algo parecido pero con normas), la estatua de Rene Duguay Trouin nos recibió nada más llegar, con una historia de apresamientos de naves enemigas increíble , hasta el punto de que el rey Luis XIV le hizo noble. Pero no fue ni mucho menos el único corsario de la ciudad, siendo todavía más famoso Robert Surcouf.


Desde la muralla se contempla el interior de la cité pero también el exterior, que salvo en el mar abierto es un cierto barullo de tierra, agua, puerto y embarcaciones, incluyendo la vecina Dinan, al otro lado del estuario del rio Rance. Se hace imprescindible utilizar un mapa para situarse en un entorno tan complejo.


Durante la batalla por su reconquista por los aliados, Saint Malo  fue destruido en gran parte, pero finalizada la guerra comenzó su recuperación manteniendo su esencia. Por ello se ha convertido en un pujante centro turístico que multiplica su población por cuatro durante la época estival. Esto es, que sus 50.000 habitantes llegan a ser 200.000 con los visitantes.

Islote de Pequeño Be con su fortaleza

Bordeando Saint Malo, a unos cientos de metros de la costa, se encuentran dos islotes, Pequeño Be y Grand Be. Este último, el más próximo a la costa, accesible a pie justo cuando la marea está en su fase más baja. Ello obliga a los turistas a ajustar al máximo el paseo. En este islote se encuentra enterrado el escritor romántico Chateaubriand, natural de Saint Malo.

Hotel de Ville, o sea, el Ayuntamiento

La tarde por el casco antiguo finalizó en una calle de restaurantes junto al Ayuntamiento. Elegimos Le Marché, donde en la terraza degustamos unos moules (otra vez), galettes y unas hamburguesas veganas. Inopinadamente se puso a llover y el toldo no aguantaba. Tuvimos que pasar al interior como otros muchos clientes. 

A la derecha, el Grand Be, accesible a pie con la marea baja

Trampolín de la piscina natural, recinto que estaba cerrado el segundo día de nuestra visita


Al día siguiente decidimos cruzar en barco a Dinard para conocer esta población hermana de SM. Habíamos buscado una ruta que circunvalando esta especie de bahía nos permitiera regresar andando al camping. El día había amanecido gris, pero poco a poco fue mejorando. 


Cruzar el estuario del Rance son unos pocos minutos, menos que hacer el trayecto en barco de Vigo a Cangas, al otro lado de la ría.


Dinard es una pequeña población, unos 10.000 habitantes, que logró un espectacular desarrollo entre finales del XIX y los años 30 del siglo pasado merced al auge del turismo británico. Hoy en día sigue siendo un centro turístico y un lugar muy agradable para recorrer.


Además de abundantes hoteles de categoría, como el Gran Hotel de la imagen, en su periferia hay nada menos que 407 villas protegidas, en su mayoría construidas por británicos en la época mencionada.


A partir de 1930, el turismo británico se trasladó en gran parte a la Costa Azul y Dinard sufrió un declive.


En una de sus playas descubrimos una estatua de Alfred Hitchcock, inaugurada en el año 2009 en el marco de un festival de cine británico.


Tras un rato de callejeo empezamos a buscar el inicio del sendero para regresar, cosa que resolvimos fácilmente y resultó que su trazado estaba bien señalizado. 


Para iniciar la ruta hubo que bajar del casco urbano de Dinard hasta el borde del mar. La mayor sorpresa llegó a la hora de cruzar el río Rance a fin de volver a Saint Malo, pero todo en su momento.


En la playa de la Prieuré encontramos este curioso muro en el mar, imaginamos que para delimitar una piscina natural.


Pero lo que verdaderamente destaca en este lugar es el antiguo convento de la imagen superior, un edificio impresionante en un lugar chulo.


Por nuestra parte, hicimos un alto y  tras un pequeño descanso reiniciamos ruta.


Los siguientes kilómetros fueron de paseo por el monte, concretamente por la ladera, con el mar abajo y por encima o al lado villas de aspecto señorial, sin duda construidas por británicos. Seguimos el denominado sendero de los aduaneros. El sol había salido, la temperatura ideal y el lugar rozando lo idílico. El paseo nos confortó hasta el extremo de que nos retrotrajo a otro que los cuatro conservamos en un lugar destacado de nuestra memoria: la ruta que hicimos en la isla sur de Nueva Zelanda en el parque nacional de Abel Tasman años atrás. Imborrable.


Y en cuanto se abría un hueco entre los árboles, en la bahía aparecía la silueta de un crucero que estuvo toda la mañana acompañándonos, aunque con un perfil distinto según avanzábamos.


El crucero estaba en medio del agua por falta de un muelle adecuado para atracar, y unas barcazas acercaban a los cruceristas a tierra o los devolvían al barco.

Torre Solidor, del siglo XIV

Según íbamos dando la vuelta aparecían a nuestra vista Saint Malo y sus barrios extramuros . También la torre Solidor, del siglo XIV, construida para vigilar el estuario, cobro de impuestos a los que circulaban por el río y que ha sido también prisión y cuartel, y desde hace medio siglo museo de la navegación comercial al Cabo de Hornos. Lamentablemente, esa tarde cuando quisimos visitarla  estaba cerrada.

Al fondo, la presa de la estación maremotriz

Y por fin el puente que necesitábamos para volver al camping  cruzando el río, solo que no se trataba de un puente sino de la estación maremotriz (Barrage) de la Rance. Fue una de las primeras construidas en el mundo (inagurada en 1966 tras años de obras) para producir energía eléctrica con el flujo de las mareas. Su dique de 750 metros también permitió construir una carretera para unir Saint Malo y Dinard, e igualmente el paso peatonal, como hicimos nosotros. Aunque produce energía para el consumo de una ciudad de 220.000 habitantes, en el plano medioambiental sus consecuencias han sido importantes, y no precisamente positivas, para la fauna acuática y el río. Fue una obra descomunal

El otro lado del estuario fue una sucesión del camino por la ladera junto al río. En determinado momento encontramos un lago dentro de una finca rodeada por un muro de piedra, cuya puerta estaba abierta.


En la playa de Solidor, muy cerca de la torre cuyo interior nos quedó pendiente, almorzamos en la Creperie du Port. No fue sencillo, era domingo y los restaurantes estaban llenos. Sin embargo el sitio nos encantó, las galettes estaban excelentes y a esas alturas ya teníamos cierto conocimiento del tema. Después, regreso al camping: queríamos la final del Roland Garros y la previsible victoria de Nadal, ¡que ganó!


El día siguiente lo dedicamos también a Saint Malo. Estábamos en medio de un puente festivo, y preferimos alargar la estancia y dejar la visita al Mont de Saint Michel para un día laborable.


Pasamos otra vez por el puerto deportivo, con una gigantesca noria al fondo.


Y paseamos el tramo de muralla que nos había quedado pendiente del primer día.


Después nos dirigimos a la parte septentrional de la cité por la enorme playa de Rochebonne, casi eterna y de hecho no la recorrimos toda.


De regreso bajamos al arenal y contemplamos de cerca el sistema de protección del paseo frente a los temporales, con enormes troncos enterrados en la arena.


Era la primera vez que veíamos un rompeolas de este tipo y de hecho dudábamos que esa fuera la finalidad, pero así es.

Al ser festivo la cité era un hervidero y todo estaba lleno. Almorzamos en un sitio distinto, La Maison Generale, una tienda finolis de asuntos varios (telas, cerámica) que en una sala anexa ofrece los domingos un brunch tipo bufé libre por 25 euros, bebida aparte. Tuvimos que esperar pero mereció la pena. Nos gustó.

Antes de regresar nos acercamos a la muralla para ver si la marea permitía alcanzar el islote del Grand Be. Imposible: faltaban al menos dos horas y estaba a punto de comenzar a llover, así que desistimos


De vuelta a Aleth elegimos la ruta del lado contrario del monte donde se asienta. Descubrimos el fuerte, a solo unos metros del camping pero que desde allí no es visible, erizado de búnkeres, 32 en total.


Se puede entrar al patio y recorrer la parte al aire libre. Comprobamos que también hay un museo que relata la historia del recinto, cuya parte principal estaba bajo tierra con una red de túneles que unía los numerosos búnkeres, pero estaba cerrado. Hay placas en recuerdo de los soldados americanos que murieron para conquistarlo.


Como despedida, una imagen de la parte visible de estas casamatas metálicas construidas en la base exterior del  fortín. Impresionan los impactos de los obuses americanos cuando atacaron el fuerte, que resistió unos días más que Saint Malo, ciudad liberada el 14 de agosto. Y otra curiosidad bélica: la vecina isla de Cézembre, totalmente fortificada, no cayó hasta el 2 de septiembre y fue uno de los primeros sitios donde se utilizaron para rendirla bombas incendiarias de napalm.

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