sábado, 11 de junio de 2022

(y 7) Parada en Futuroscope para despedir el viaje


Después de casi tres semana de chute de Normandía, el desembarco y Bretaña, decidimos cambiar de registro en la fase de regreso a casa. Para ello planificamos una parada en Futuroscope, un parque temático en las afueras de Poitiers con atracciones distintas a lo habitual basadas en la tecnologías multimedias.


Pero hicimos una parada digamos que restrictiva, que ya tenemos unos años. Así que por la mañana bajamos desde Dinan hasta el aparcamiento de Futuroscope y a las cinco de la tarde entramos en el parque con una entrada vespertina (a 22 euros en lugar de los 53 de la de todo el día) hasta el cierre a las once de la noche. Dimos por supuesto que esas seis horas eran suficientes, como así fue. Además, teníamos alguna referencia pues dos de los viajeros ya conocían el parque, aunque lo habían visitado... un cuarto de siglo antes, más o menos.


Así que a la hora prevista entramos al parque, que se inauguró en 1987 y ha gozado en este tiempo de un enorme éxito. Ronda los dos millones de visitantes por año, pero de nuevo tuvimos buen ojo a la hora de elegir la fecha: un día laboral de tarde. Había poca gente y accedimos a las atracciones sin hacer cola, nada que ver con la anterior visita.

Perfomance paragüera para animar un rincón

En poco rato ya habíamos visitado tres o cuatro, comprobando que el recinto seguía manteniendo un elevado nivel, aunque detectando algún fallo, a nuestro modo de ver.


Cada edificio es una atracción y dentro se repite la ceremonia de sala de espera, acceso por un vestíbulo amplísimo con vallas tipo aeropuerto, otra sala de espera, explicaciones y ya el espectáculo. Pero sin gente, es cosa de unos minutos, que sería media o una hora o más si hubiera miles de personas.


Hubo una atracción, nueva, que realmente nos impresionó por su calidad y por trasladarte de manera realísima a un viaje sobrevolando el mundo montado en una silla. Flipante, nos entusiasmó tener la sensación de volar sobre desiertos, montañas y países. Se trata de El viaje extraordinario, inaugurada en 2016.


En otras atracciones, este realismo se veía comprometido, al igual que la salud de nuestra espalda, por la virulencia del constante traqueteo y los fuertes y bruscos movimientos de la silla a la que estábamos anclados. A esos fallos aludía antes.


Tanto, que algunos de los viajeros nos salíamos de la sala cuando advertían que la atracción no era adecuada para embarazadas, personas con vértigos o problemas de espalda. 

En este magnífico edificio vimos un documental sobre la estancia de unos astronautas en la estación espacial internacional durante seis meses.

Pero en general disfrutamos mucho, paseamos por sus rincones, sus grandes plazas ajardinadas y recintos exteriores dotados de sillas, bancos y hamacas para comodidad y tertulia de los asistentes. 



Muchos lugares estaban decorados con estatuas tipo Botero que nos encantaron, especialmente por su originalidad.
 

El parque depende del Conseil General de la Vienne, que es el departamento al que pertenece la ciudad de Poitiers. Todas las atracciones, cuya temática cambia con cierta periodicidad, se pueden consultar en este enlace


También nos pareció muy destacable la atracción La Vienne dinámica, claramente concebida para hacer publicidad de este departamento. Pese a su carácter digamos que institucional, han logrado encajar este objetivo con un viaje por la región que engancha.


Pasadas las ocho de la tarde habíamos visto todo lo que nos interesaba.


Entonces decidimos tomar un tentempié en un restaurante de los varios que hay y hacer tiempo hasta el espectáculo, que empezaba a las 22:30. 

Curioso tobogán para hacer las delicias de los más pequeños


El espectáculo, algo tardío para que la noche permita los juegos de luz, tiene por escenario un enorme estanque dotado con una grada gigantesca, iluminación y chorros de agua.


Se llama La llave de los sueños y se desarrolla sobre una lámina de agua de 7.000 metros cuadrados. Y aunque era un día de floja entrada, al final la grada prácticamente se llenó pues el espectáculo goza de merecida fama y ha sido merecedor de algún premio.


Hologramas con figuras casi humanas aparecían y desaparecían entre las aguas, para deleite de los espectadores.



En resumen, un espectáculo muy atractivo para concluir la jornada a pesar de que la diálogos rápidos en francés no eran comprensibles para nosotros, pero sin duda la clave era lo visual.


Y por  lo que vimos allí, al resto del público, obviamente francés en su inmensa mayoría, le gustó todavía más. Salimos contentos y enseguida llegamos a la autocaravana que no estaba estacionada en un área como tal (al parecer se encuentra en remodelación) sino en un aparcamiento normal, para autobuses y habilitado ahora también para autocaravanas pero sin servicios, donde te permiten estar de ocho de la mañana a las ocho de la mañana del día siguiente por nueve euros, tarifa fija. Así que, después de dormir tan ricamente y antes de esa hora, ya estábamos fuera del recinto, camino del País Vasco.


¡Hasta otra, Futuroscope!


MOMENTOS

Rescate de una señora accidentada en la Torre del Reloj de Dinan 

A lo largo de un viaje se producen situaciones no previstas, anécdotas y curiosidades, algunas de las cuales han tenido reflejo gráfico y os ofrecemos. En la foto superior, recogemos el momento del rescate casi aéreo de una señora que sufrió un traumatismo subiendo por la escalera de la Torre del Reloj, en Dinan. Dada su estrechez, los servicios de emergencia no pudieron bajarla por las escaleras y optaron por llevarla a la parte superior y descenderla mediante una gigantesca grúa.


El incidente se produjo poco antes de que fuéramos a subir nosotros y provocó el cierre de la Torre. Por tanto, la visita quedó pendiente. El rescate debió de ser complicado ya que al volver a pasar por el lugar, un par de horas después, coincidimos con el momento de la bajada de la señora, que desde la camilla mostraba el dedo pulgar hacia arriba, señal de que estaba consciente y no demasiado mal.


En Saint Valery en Coux, villa de la que no hemos hablado casi nada, descubrimos una curiosa iglesia dedicada a los marineros. En su fachada lucía la silueta de un barco de vela.


E igualmente dentro la temática marinera destacaba.


Los aficionados a los viajes saben que solo al regreso se descansa, y que viajar agota. Y con esta foto queda totalmente demostrado, aunque la caravana permite recuperar fuerzas con mayor comodidad.


Y desde luego se viaja con mucha comodidad, ¡especialmente en la segunda fila!


En Veule les Roses entramos en una tienda que vendía todo tipo de cosas extrañas, como  este de la foto que, al parecer, quiere ser un columpio en forma de caballito.

Jardín de la misma tienda, desde ropa, hasta objetos decorativos varios, juguetes...Al fondo , la torre de la bonita iglesia de Veules les Roses, un pueblo que nos encantó.


Durante los días previos al 6-J, en las playas del desembarco  vimos varios aviones que nos parecieron bombarderos de la Segunda Guerra Mundial sobrevolar los arenales. Imaginamos que estaban dando ambiente de época a las celebraciones.


En el sendero de Dinard a Saint Malo un tramo discurre por las rocas de una playa. Y como las mareas mandan, el trazado tiene dos versiones en función de la altura del agua.

Al fondo se ve la cité de Saint Malo

En cualquier caso, teníamos Saint Malo enfrente y recorrerlo por uno u otro lado supuso un placer. Lo curioso es que todos los barquitos estaban fondeados en medio de la ensenada, por lo que el trasiego de pequeñas barcas para llegar hasta ellos era constante.


En una de las playas del Desembarco descubrimos una imagen de época en la que aparecía una casa que todavía existe y perfectamente reconocible. En la imagen superior, en la de Utah, un caso similar: una fotografía de 1944  de soldados americanos apoyados en un búnker alemán, búnker que todavía existe y que ha colgado un cartel explicativo con la foto tomada 78 años antes. 


Los monumentos a los caídos están siempre presentes en toda Francia. En algunos casos son genéricos pero en otros,  como este de Ouistream, se pormenorizan nominalmente todas las víctimas.


La preocupación por los insectos se manifiesta también en el Oeste de Francia, donde a veces encontramos este tipo de instalaciones para protegerlos.


En el Memorial de Caen vimos expuesto este curioso juego de mesa de 1945, que parece una especie de parchís y se llama el Juego de la Liberación.


Y mucho más curioso este invento casero para suplementar un canalón con el tramo final amputado que nos encontramos en una calle de Dinan.


Y antes de despedir el blog, recuperar esta imagen de la escalera del faro de la isla de Ré, como mínimo una escalinata de lo más atractiva.


Ya en España hicimos una parada en Haro (La Rioja), en un camping realmente bueno con el atractivo añadido de las numerosas y famosas bodegas que se encuentran a su alrededor. Nuestros familiares de Logroño, José y Pili, se acercaron a pasar la tarde con nosotros. Y con esta imagen junto a la estatua de un paisano que embotella vino, despedimos el relato de nuestro trayecto autocaravanero a la espera de nuevas emociones viajeras, que si no me equivoco tendrán por escenario el próximo otoño la isla de Sicilia. ¡Hasta entonces!

De Normandía y Bretaña los cuatro viajeros vinimos encantados, que es lo máximo que se puede pedir.

miércoles, 8 de junio de 2022

6) Mont Saint Michel y Dinan: donde Normandía se encuentra con Bretaña

La abadía impone a los visitantes

Ir al Mont Saint Michel no es cualquiera cosa y precisa un mínimo de planificación. Dos de los cuatro viajeros ya habían estado en este especialísimo complejo religioso y sabían de qué iba la cosa. Además, Guillermo y Philipe nos dieron algunas claves en los días de estancia en Rennes. Por ello aparecimos por allí un martes posterior a un día festivo y muy a primera hora. Aún así, no estábamos precisamente solos. Nuevamente, después de visitar Saint Malo, estábamos en Normandía, aunque ese mismo día volveríamos a dormir, ya en Dinan, en Bretaña.

Cola para coger la lanzadera.

El sistema de visita está muy organizado: hay dispuestos casi una docena de estacilas autocaravanas. El precio es fijo por 24 horas, lo que te permite quedarte allí mismo a dormir. Después se accede mediante lanzaderas, navettes, que llegan hasta las puertas de las murallas; si se prefiere ir andando, más o menos kilómetro y medio.


Los autobuses van y vienen, y a las diez de la mañana tuvimos una espera de alrededor de media hora. Más tarde la cosa sería más complicada.

Mont Saint Michel es una abadía rodeada de un pequeño pueblo construido sobre una roca en un enorme arenal. Queda rodeada de agua con la marea alta y cuando baja es un mar de arena hasta donde alcanza la vista, y ahí radica su magia. No obstante, la situación ha cambiado con el paso de los siglos, los sedimentos y la mano del hombre: cada vez hay más arena y menos agua.


La visita a la abadía implica acceder a la población y empezar a subir una empinada calle hasta llegar al majestuoso y enorme templo.


Las casas son tiendas de recuerdos, restaurantes, hoteles y negocios similares, que atienden y dan servicio a los 3,2 millones de personas que visitan cada año el recinto (unos 20.000 diarios en verano). Después de París es el lugar más visitado de Francia. 


Al llegar a la abadía, temprano, un día laborable cualquiera y con poca gente, ya es preciso hacer cola. Siempre es temporada alta en el Mont Saint Michel. 


Abonado el importe de la entrada y armados con nuestras audio guías en castellano (imprescindibles para entender lo que es Saint Michel) empezó una larga e interesante visita.

A la izquierda de esta foto, en la escalera de acceso a la Iglesia, se ve una de las monjas que habitan en la Abadía.

La abadía está en la cresta del peñasco y en su interior hay diferentes niveles, con lo que la subida constante de escalones es obligada.

Imagen expuesta en la abadía de una procesión en su interior 


Desde arriba y a vista de pájaro sobre la carretera de acceso, en la que no se permiten vehículos privados, se empieza a entender su configuración única en el estuario del río Couesnon. Durante siglos solo era accesible desde tierra con marea baja (limitación que ha resuelto esta carretera) y por vía marítima con marea alta.


Y si la mirada se dirige al mar abierto, la sensación de irrealidad es todavía mayor. Las mareas espectaculares de la bahía, 14,5 metros dos veces al día, contribuyeron a hacer del monte una fortaleza inexpugnable.


Como su nombre indica, la abadía está dedicada al árcangel San Miguel. Monumento histórico desde 1862, el conjunto está declarado Gran Sitio de Francia y desde 1979 figura en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Coro gótico de la abadía


El claustro se ubica dentro del edificio de la Abadía conocido como La Maravilla, del siglo XIII, estructurado en tres niveles que alcanza los 35 metros de altura sostenida por 16 enormes contrafuertes. Inicialmente de estilo románico, la abadía sufrió daños y fue reconstruida en estilo gótico flamígero.


Hay numerosas ventanas y miradores que permiten extasiarse ante el panorama del mar de arena que la rodea cuando coincide marea baja, como fue nuestro caso.


Y según avanza el día, se observa también como aumentan las colas en la zona de entrada.


Una estatua de San Miguel Árcangel matando al dragón del Apocalipsis corona la iglesia abacial a 170 metros de altura.


El refectorio, en el nivel superior de los tres de La Maravilla, es de una gran amplitud y dotado con ventanas que no se ven más que estando frente a ellas, como se aprecia en la imagen.


La Sala de los Caballeros es considerada el corazón de la abadía, decorada con columnas que forman cuatro pasillos.

No estamos ateniendo llamadas telefónicas: simplemente escuchamos las audio guías


Esta enorme rueda de molino era utilizada para mover unas poleas por las que se subían del exterior, muchos metros por debajo, los suministros en una especie de trineos. La movían seis personas (presos) mientras caminaban en su interior. 


Durante varias horas la recorrimos y nos empapamos de la historia de este conjunto único, que fue abadía, castillo, resistió treinta años los ataques de los ingleses y después de la Revolución Francesa también prisión, hasta que se clausuró a mediados del siglo XIX. Y ahora, a pesar y con permiso de los pocos religiosos y religiosas que viven en su interior, resort turístico de primer orden.


Si ahora impresiona, más todavía saber que sus origenes datan de los siglos VIII y IX, y ya en el siglo X llegan allí los benedictinos, que no la abandonaran hasta 1791 debido a la Revolución Francesa.


Una de sus virtudes es que no te cansas de hacer fotos y todas son diferentes. Eso debían sentir los pintores y escritores románticos (Guy de Maupassant entre ellos) que acudían en el siglo XIX al considerarla un lugar único. 


Tras nuestro recorrido, realizado con calma y con una razonable comodidad al haber evitado una jornada de las muchas en que se encuentra atestada de visitantes, le dijimos adiós desde la lejanía.

DINAN

Dejamos a primera hora de la tarde del parking de la abadía hacia Dinan satisfechos de la visita a Saint Michel y con expectativas de cara a  esta nueva población, que se confirmarían esa misma tarde. 


Dinan es una ciudad más bien pequeña, de unos 12.000 habitantes, pero con mucha historia. Nos instalamos en el camping municipal, que nos pareció un tanto hippy: aunque no haya ningún responsable sobre el terreno la barrera está subida y puedes instalarte donde haya sitio. Después, en el horario de atención a los usuarios, en la oficina regularizas tu presencia. Totalmente novedoso. La instalación esta razonablemente bien y el precio fue el más barato de todo el viaje.

Torre del reloj, uno de los principales monumentos de Dinan

Desde el camping nos fuimos caminando a la villa y de inmediato comprobamos que l historia le sobra. Aparece por todos lados. Como ejemplo esta torre, construida en el siglo XV y de 45 metros de altura. Desde arriba, dicen, se disfrutan unas magníficas vistas de la ciudad. Por supuesto, intentamos visitarla, pero hubo imponderables y tuvimos de dejarlo. Ya contaremos el motivo.


En Dinan, Bretaña, claro, también hay casas de madera, algo que no vimos en Saint Malo, con seguridad porque fue asolada en la guerra.




Callejeamos sin rumbo, a  fin de cuentas es un sitio relativamente pequeño, disfrutando de una ciudad medieval muy bien mantenida. 


Terminamos en una calle empedrada, en fuerte pendiente y que acaba en el puerto, la calle Jerzual. Una de las casas, que fue del gobernador, exhibe en su fachada la fecha de construcción nada menos que en el siglo XIV. 


Es una vía incómoda de pasear por su pendiente, pero encantadora en todo lo demás, incluida la puerta de la muralla, una torre vigía del siglo XIII. En su momento fue el principal acceso al centro.



Una vez en el puerto, nos encontramos con el espectáculo del viejo puente de Léhon, construido en los siglos XV y XVI, pero todavía en uso, y detrás el gigantesco viaducto, que data de 1852. Tiene 290 metros de largo y está a 40 metros de altura, con Dinan a un lado y al otro el municipio de Lanvalay.


Desde el nivel del viaducto se contempla esta vista panorámica del río y el puerto.


En el puerto planificamos el día siguiente, que incluiría de nuevo una excursión fluvial. En el río hay mucha actividad y de hecho es navegable desde aquí hasta la desembocadura del Rance en Saint Malo y por el otro lado hasta Rennes.

El día concluyó con la búsqueda de un restaurante, complicada tarea tras el puente festivo. En el casco urbano uno tras otro estaban cerrados, pero finalmente al lado del viejo puente y con una magnífica vista del río, localizamos abierto Les Terrasses, que fue un acierto: una rica sopa de pescado para quien la quiso, y también salmón ahumado, moules y pescado del día más postres bretones. 

Pescado del día en Les Terrasses

Al igual que por la mañana en la abadía, escuchamos a grupos de españoles, prueba de que estamos en lugares de turismo habitual. Al camping regresamos protegidos por los paraguas. La lluvia por una vez se nos apareció en horario de paseo y el agua acentuaba todavía más la belleza de Dinan.

El día siguiente empezamos visitando la oficina de turismo, que nos sorprendió en su interior con una sala de exposiciones sobre la ciudad y sus monumentos de acceso libre. No es mala idea ya que de allí nos vamos con una idea de lo que podemos y nos interesa ver.


El castillo y su torreón fue la primera parada, exterior. Se empezaron a construir en el siglo XIV y si se pueden visitar, no conseguimos saberlo. Más tarde intentamos recorrer las murallas en otro punto de la ciudad, pero el acceso estaba cerrado porque hace unos meses había habido un desprendimiento y está todavía pendiente de reparación.


Realmente, después de tanta actividad en estas semanas no nos importa prescindir de la visita a algún monumento. Empiezan a amontonarse en nuestras cabezas, pero lo cierto es que si son accesibles rara vez desperdiciamos la ocasión.


Y de todas formas, ver la calles de Dinan, recorrerlas, es un placer sencillo y muy gratificante. Intentamos visitar y hacer una última compra en el mercado que, oh casualidad! , los miércoles cierra.


Incluidas alguna casa como la de la imagen, realmente espectacular.

Pero la enorme basílica de San Salvador es un lugar de visita obligada. Data del siglo XII y allí se entremezclan todos los estilos arquitectónicos, como suele ser habitual en templos cuya construcción se alargó durante siglos. Románico, gótico y barroco, y según leemos, el campanario, piramidal, se levantó en el siglo XVIII.


Nos pareció un  templo muy grande para esta población y poco después nos encontramos con una iglesia igualmente gigantesca, la de Saint Malo, también del siglo XII, gótico flamígero.



Por la tarde embarcamos en un barquito de turistas para hacer un tour por el río, en un entorno totalmente verde. El tramo forma parte del recorrido a Rennes, ciudad que se encuentra por río a 82 kilómetros, en los que hay que salvar nada menos que 47 esclusas.

Abadía de Saint Magloire, en los alrededores de Dinan

Pasamos junto a la abadía de Saint Magloire y también atravesamos una esclusa, algo que siempre nos trae recuerdos de los canales del Midi y el  Loira. El capitán va comentando el paseo en francés, pero nos dieron unos folios con su traducción al castellano. Fue un detalle ya que la iniciativa fue del personal. En ellos se cuenta el origen del canal y como hasta el desarrollo de la tecnología los barcos se movían con tracción animal por un camino de sirga. Y que si por algún motivo el encargado perdía al animal (a veces se caían al canal y se ahogaban), era la mujer del esclusero la encargada de arrastrarlo hasta que tuviera fondos para conseguir otra bestia de tiro.


Y a la ida y de regreso pasamos bajo los dos puentes tan distintos de esta población.


Y con este paseo, y el regreso al camping, de nuevo por la entrañable calle Jerzual, donde hay varias galerías de arte,  


y la basílica de San Salvador, en el llamado parque inglés.


pusimos punto final a la excursión. Al día siguiente, avanzando ya hacia España, saldríamos para Futuroscope, en Poitiers, para una visita vespertina y a continuación, retorno a casita.

Señalar que este día almorzamos en una plaza céntrica, junto al Ayuntamiento en Le Comptoir, un menú de los de aquí, en los que te ofrecen entrada, plato y postre a un precio (sobre 19 euros sin bebida, aunque siempre te dan agua del grifo gratis y sin problema alguno), pero que se pueden quedar en 15 eliminando uno de los tres platos, a gusto del cliente. En Le Comptoir el menú de dos platos era algo más barato, 13,5 euros. Lo cierto es que comimos bien, como la mayoría de los días. En ese aspecto, nada que objetar. Previamente habíamos visitado una fromagerie para hacernos con unos quesos bastante especiales que nos permitieron hacer una pequeña desgustación.